miércoles, 14 de mayo de 2008

LA CIUDAD MAS ANTIGUA DEL MUNDO

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La ciudad de Damasco (en árabe: دمشق; Dimashq) es la capital de Siria y la capital más antigua del mundo. Según el Nuevo Testamento, San Pablo tuvo una visión de Jesús en el camino a Damasco, por lo cual la ciudad se considera sagrada tanto en el cristianismo, como para el islam. Entre sus atractivos turísticos sobresale la tumba de Saladino, el célebre defensor de la Tierra Santa durante la época de las cruzadas.









La Ciudad Antigua de Damasco fue declarada Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO en 1979. Ocupa una superficie de 135 hectáreas, y estaba rodeada por una muralla romana, de la que perduran los lados norte y este, y parte del lado sur. Se conservan ocho puertas, de las que la más antigua, Bab Sharqi, se remonta al período romano. En el sentido de las agujas del reloj, empezando por el norte, son:
Bab al-Faraj (puerta de la liberación),
Bab al-Faradis (puerta del paraíso),
Bab al-Salam (puerta de la paz), como las dos anteriores, en el lado norte de la muralla;
Bab Tuma (puerta de santo Tomás), en la esquina nordeste,
Bab Sharqi (puerta del este),
Bab Kisan, en el sureste, por donde, según la tradición, San Pablo huyó de Damasco, descendido de las murallas en un cesto; en esta puerta, hoy cerrada, existe una capilla que recuerda el suceso;
al-Bab al-Saghir (puerta pequeña), en el lado sur,
Bab al-Jabiya, en el suroeste, a la entrada del zoco Midhat Pasha.
Aunque la ciudad aún conserva vestigios romanos y bizantinos, la mayor parte de los 125 edificios y monumentos incluidos en la declaración de la UNESCO corresponden al arte islámico.
En primer lugar, destaca la Gran Mezquita de los Omeyas, construida en el siglo VIII (hacia 705), uno de los lugares santos del Islam. El inmenso patio de 122 metros de largo, tapizado de lozas que pertenecieron a un monumento romano, ofrece varias exquisitas decoraciones. Entre ellas, la del tesoro, una construcción que se yergue sobre columnas y que se utilizaba para almacenar el oro del Estado.
La sala de oración de la mezquita contiene una tumba, la de Juan Bautista, caso excepcional en el Islam y vestigio de la antigua basílica de san Juan Bautista.
Según la tradición local, el minarete más alto de la mezquita, llamado minarete de Jesús, marca el lugar donde el Mesías volverá a la tierra el día del juicio final.
A doscientos metros de la Gran Mezquita hay un ejemplo de riquísima arquitectura de diseño árabe-otomano, como es el Palacio Azem, del siglo XVIII. Hoy es un museo de las artes y tradiciones y exhibe, en los diversos cuartos, maniquíes que ilustran sobre la vida cotidiana en esa residencia, que perteneció al gobernador de Damasco.
La Via Recta fue en su origen el decumano de la Damasco romana; se extendía a lo largo de 1500 metros. Hoy en día, corresponde a la calle Bab Sharqi y al zoco cubierto Midhat Pasha, uno de los más importantes de Damasco. La calle Bab Sharqi, llena de pequeñas tiendas, conduce al viejo barrio cristiano de Bab Tuma; al final de la calle se encuentra la Casa de Ananías, una capilla subterránea que fue en tiempos una bodega.
La ciudad vieja está sembrada de mezquitas –en todo Damasco hay cerca de 700- de muy diversas épocas.

HISTORIA.

La capital de Siria conoció diversas épocas de oro: en el siglo VII, por ejemplo, cuando dejó de estar en manos de la Roma de oriente, Bizancio (Estambul), y pasó a ser la sede de un imperio musulmán; de aquella época es la mezquita de los Omeyas.
Tuvo otra edad de oro en el siglo XIII, aunque ya cien años antes, cuando Jerusalén cayó en poder de los cruzados, la ciudad se había transformado en un sitio de resistencia islámica frente a los embates del “ejército de Dios”.
Pasaron los mongoles y los mamelucos y en el siglo XVIII, ya en poder de los turcos del Imperio Otomano, recobró el brillo que se había opacado un poco. De aquella época datan decenas de palacetes y residencias magníficas, nada ostentosas en el exterior pero lujosas puertas adentro.
Mucha historia cruzó por Damasco, ciudad que, además, fue durante siglos un punto obligado de reaprovisionamiento y descanso para las caravanas de veinte mil personas y diez mil camellos que iban camino de la sagrada Meca; todavía faltaba un mes por el desierto.

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