lunes, 19 de mayo de 2008

HISTORIA DE MONTEAGUDO (MURCIA)




Monteagudo es una pedanía perteneciente al municipio de Murcia (España). Cuenta con una población de 3.829 habitantes (INE 2004), una extensión de 5,172 km² y una altura media de 95 metros. Se encuentra a 4 km de la capital y se sitúa a una altura media de 50 metros sobre el nivel del mar.


Limita con:
al norte y al este: El Esparragal
al noroeste: Cabezo de Torres
al sudoeste: Zarandona
al sureste: Casillas.
Monteagudo se compone de los núcleos de población de:
La Cueva, pueblo pequeño de 300 habitantes y 1,3 km2 - Su gentilicio es cueveño. Posee una vistosa fuente en el centro llamada la fuente de San José. También hay una gran cantera de aridos abandonada desde 1968 por el aplastamiento de un niño. Se sitúa atrás del Santo de Monteagudo.
Las Lumbreras, pueblo de 2.700 habitantes y 1,7 km2.
Flora
Flora; Se divide en dos grupos matorrales y cítricos, que éste a su vez se divide en tres clases: Naranjas, limones y limones tochos (en dialecto murciano significa grandes)
Fauna
Su variedad de fauna es escasa, aunque las lagartijas, lagartos e insectos es grande.






PREHISTORIA.








El óptimo emplazamiento de Monteagudo: reclamo de civilizaciones desde el Eneolítico
Monteagudo presenta un poblamiento prolongado y continuado desde el periodo Eneolítico hasta la actualidad.
Las causas principales de este hecho residen en su estratégica situación geográfica, ya que Monteagudo se ubica en la margen izquierda del
río Segura y se extiende por las escarpadas laderas de un abrupto macizo de unos 149 metros de altura. A sus pies queda el 'camino viejo de Monteagudo', que une dos importantes vías de comunicación: los caminos de Alicante y de Castilla.
Desde lo alto del Cerro de Monteagudo, el castillo que lleva su nombre domina las tierras de la Vega Baja del Segura, donde se erigen a su vez otros tantos cabezos: San Cristóbal, de Torres, de la Cruz, Las Cuevas, El Esparragal, La Mina y Cobatillas, que debieron constituir puntos de asentamiento obligado.
Un poblado argárico en la ladera del Castillo de Monteagudo
Las secuencias estratigráficas obtenidas en el trascurso de diversas excavaciones arqueológicas efectuadas en las faldas del Castillo de Monteagudo apuntan a la presencia de un poblado en la Edad de Bronce Medio, que cronológicamente quedaría encuadrado entre los años 1700 y 1200 a. C.
Este poblado se adscribe a la Cultura Argárica, así llamada por el yacimiento que mejor ha permitido definir este horizonte cultural: El Argar (Almería). Según M. Jorge Aragoneses, el emplazamiento de este poblado fue la ladera oriental del cerro de Monteagudo.
En los trabajos arqueológicos, realizados en 1999, en el solar que ocupó la derruida Iglesia de San Cayetano, se constató un nivel atribuible culturalmente al Bronce Final / Bronce Tardío con cinco suelos de habitación consecutivos, agujeros para postes y restos de estructuras de barro, quizá de cabañas. En dichos trabajos fue recuperado un botón de oro que tipológicamente tiene sus mejores paralelos en el llamado Tesoro de Villena.

Resto íbero. Poblado íbero de Monteagudo
La ciudad íbera de Monteagudo
En la falda meridional del Cerro de Monteagudo se han hallado testimonios que desvelan la presencia de íberos en este lugar. Desde el punto de vista estratigráfico, se pueden diferenciar dos niveles: el más antiguo, del siglo IV a. C., estaba formado por un conjunto de fragmentos cerámicos; mientras que el más reciente dataría del siglo I a. C. y parece probar la existencia de una ciudad íbera, debido a la presencia en la zona de varias estancias de planta rectangular, restos de cenizas y osamentas, sepulturas de urnas esféricas, sillares, construcciones y cerámica.
A este poblado hay que asociar una necrópolis, que se alzaría en las inmediaciones del actual cementerio, en la falda occidental del castillo. En esta zona se hallaron en 1979 los restos funerarios de tres esculturas de piedra, conservadas en el Museo de Murcia:
Torso exento de un guerrero íbero, ataviado con túnica corta ceñida mediante un grueso cinturón con placa rectangular, muy parecido y cercano al grupo de guerreros de Elche.
Parte de un grifo o animal fantástico, perteneciente, probablemente, a una escultura en actitud de ataque.
Parte de un cuadrúpedo que recuerda a un toro.
Estos fragmentos se remontan al siglo IV a. C. y su suntuosidad es atribuible a enterramientos de carácter principesco.
Con anterioridad a estos hallazgos se recuperaron la cabeza de una mujer velada con largos bucles y collar, así como urnas funerarias.
Por lo demás, M. Jorge Aragoneses propone la existencia de un santuario íbero en el sector occidental del castillo, aunque no se han constatado restos del mismo.
El elevado número de cerámicas de importación áticas, púnicas y suditálicas acreditan el dinamismo económico y comercial del poblado y, en particular, de sus élites.










ANTIGÜEDAD.







La presencia romana en Monteagudo
Las recientes excavaciones arqueológicas (1999 y 2001), efectuadas en pleno corazón urbano de Monteagudo, acreditan la presencia de un asentamiento romano, probablemente destruido en contiendas posteriores entre godos y bizantinos.
En ellas se hallaron los restos de varios edificios de principios del siglo I, que se abrían a calles perpendiculares entre sí, así como monedas del Emperador Augusto y una calzada romana. Estas huellas romanas llevaron a Bermúdez Amador y Belda Navarro a plantear la existencia en Monteagudo de una villa romana con un acueducto que comunicaba Cartagena con Fortuna.
Lo que es cierto es que estos testimonios romanos evidencian la existencia, en las laderas meridional y oriental del cerro de Monteagudo, de un asentamiento urbano de cierta envergadura, con un diseño urbanístico de carácter ortogonal y perteneciente a época imperial.
Esta ciudad romana sustituiría al viejo poblado íbero, coincidiendo con la reorganización administrativa de la Península Ibérica emprendida por el emperador Augusto.



EDAD MEDIA.





Origen del topónimo de Monteagudo
El nombre de Monteagudo debe su nombre a las escarpadas laderas en las que se asienta la población. Robert Pocklington señala que algunas fuentes árabes del siglo XI lo describen con la grafía Munt.qüd o Muntaqüd.
En la Baja Edad Media, los textos castellanos se referirán a él como "Montagut" o Monteagudo, procedente del latín Monte Acutum (el Monte Agudo).
Las fortalezas del Rey Lobo defendieron la vega murciana
Aprovechando la convulsión de unos tiempos en los que el estado almorávide se desintegraba y los almohades iniciaban sus campañas de expansión por territorio peninsular, el mítico y controvertido Ibn Mardanish, conocido por los cronistas castellanos como Rey Lobo, se alzó con el poder y se convirtió en soberano independiente de Murcia y de todo el levante musulmán-español.
Ibn Mardanish gobernó este pequeño estado independiente desde 1147 hasta 1172, ofreciendo feroz resistencia a los almohades, quienes no lograrían hacerse con Murcia hasta después de su muerte.
Para proteger toda la vega murciana y los caminos que unían Murcia con Orihuela, Ibn Mardanish levantó una línea estratégica defensiva y militar formada por el Castillo de Monteagudo, el Castillejo, y el Castillo de Larache, la más débil de las fortalezas.
En las inmediaciones de dichos baluartes, construyó albercas para el regadío.
Actualmente se pueden contemplar en Monteagudo estos retos arqueológicos perfectamente alineados y que son de los más relevantes del Islam medieval de Murcia.
El Castillo de Monteagudo
Según el profesor Torres Fontes, las primeras referencias que tenemos de fortificaciones en el Cerro de Monteagudo datan del 1078 / 1079, cuando el recién destronado reyezuelo de Murcia, Abu Abderraman Ibn Tahir, fue encarcelado en una plaza fuerte de la zona.
Fue mandado construir por Ibn Mardanish en el siglo XII, en lo alto de un abrupto macizo calcáreo, aprovechando su carácter militar y estratégico. A partir de ese momento se convierte en un castillo urbano, auténtico fortín y atalaya defensiva de los emires murcianos que residían en la ciudad, formando parte de la Almunia Real, también construida por el Rey Lobo.
En época de inestabilidad, la guarnición permanente del castillo estaba en disposición de alertar a los defensores de Murcia de la llegada del enemigo, por medio de ahumadas durante el día o de almenaras por la noche.
El castillo se halla dividido en dos espacios:
Uno que rodea la parte inferior del pico y que cuenta con doce torres cuadradas o rectangulares.
Otro espacio constituye el castillo propiamente dicho, sin Torre del Homenaje ni patio de armas, y del que se conservan cinco torres en uno de sus lados.
Fue declarado Monumento Nacional en 1931.
El Castillo de Larache
Se encuentra sobre una aislada colina de 300 metros al noroeste de Monteagudo, en dirección a Cabezo de Torres. Se conservan restos de la muralla y de los dos cuadrados concéntricos.
Según los investigadores, el castillo de Larache (Hins al Faray) responde a un tipo de edificios, llamado palacio fortificado, que domina un explotación agropecuaria y también se destina al recreo de los emires murcianos.
Frente a los historiadores que han establecido paralelismo cronológico entre esta fortificación y las de Monteagudo, Cabezo de Torres y Cabezo de Abajo, se alzan aquellos que vierten la teoría de que Larache es una fortificación más tardía que las anteriores, quizás de principios del siglo XIII, destinada a palacio fortificado por los gobernadores almohades, tras el abandono del Castillejo.
No obstante, parece clara su continuidad como residencia durante la Baja Edad Media, afirmando Díaz Cassou su utilización como mansión señorial hasta finales del siglo XIX.
En la fortificación destaca la ausencia total de torres, que contrasta con las fortificaciones islámicas de su entorno. Está declarado Bien de Interés Cultural.
Monteagudo tras la conquista cristiana
Tras la conquista cristiana las fortificaciones de Monteagudo fueron reconquistadas por Fernando III el Santo en 1245, quedando bajo el control de la Monarquía Castellana.
A lo largo de sus estancias en territorio murciano Don Alfonso X, hijo de Fernando III, solía fijar su residencia en Monteagudo, atraído por sus ventajas como enclave estratégico y militar, su cercanía a la capital y su situación en el centro del antiguo reino de Murcia.
Se conservan distintos documentos reales expedidos en Monteagudo de los meses de mayo y junio de 1257, cuando fue corte y morada de Alfonso X.
Este punto geográfico se presentaba como la atalaya perfecta desde donde controlar y dirigir la política de Murcia. Aquí se firmaron concesiones territoriales a distintos concejos.
En 1268, el Rey Sabio regresa a Murcia para disponer la tercera partición y dona a su esposa doña Violante las parcelas anejas al castillo de Monteagudo (conjunto con más de 600 tahúllas). Como consecuencia de la rebeldía de la reina, el Real de Monteagudo volvió a la Corona, asignándose a su custodia un alcayde real.
Tiempo después, siendo rey Sancho IV, hijo de Alfonso X, pasó el Castillo de Monteagudo a manos de su esposa, doña María de Molina, hasta que Fernando IV se lo cede al Obispo de Cartagena, que toma posesión de la fortaleza en 1321.
La importancia estratégica de este castillo, propició pronto su vuelta al poder real, constituyéndose en baluarte en el control de las incursiones oriolanas en la huerta murciana.
El Castillo de Monteagudo también fue un auténtico "castillo fortaleza" entre dos reinos rivales: Aragón y Castilla, situación que perduró hasta los últimos años del siglo XV, cuando los Reyes Católicos unieron los reinos y conquistaron Granada.










EDAD MODERNA.



El declive de la población de Monteagudo con los Reyes Católicos
Las crónicas medievales hablan de la importancia estratégica y militar del Castillo de Monteagudo y de la existencia en la falda del cerro, que da a mediodía y a extramuros del castillo, de una importante ciudad: se trata del Monteagudo medieval.
La seguridad que se extiende por el territorio tras la unión de Castilla y Aragón por los Reyes Católicos, llevarán al abandono de la fortaleza, puesto que ya no había motivos reales de peligro, siendo su último alcayde Don Juan Chacón.
El abandono de la fortaleza irá sumiendo la ciudad medieval de Monteagudo en la decadencia y con el tiempo quedará relegada a un pequeño caserío, cercano a la capital y rodeado de huerta.
Baluarte en la Guerra de Sucesión
A pesar del declive demográfico causado por la mayor seguridad, el Castillo de Monteagudo continuó gozando de relevancia en el contexto de la Región de Murcia y permaneció guarnecido hasta el reinado de Carlos II. En el siglo XVIII fue considerado lugar de realengo con alcalde pedáneo.
Durante la guerra de Sucesión (1700-1713) fue baluarte de las tropas borbónicas de Felipe V que lucharon contra el Archiduque Carlos.
El nacimiento de las devociones a los Patrones de Monteagudo
La devoción de los monteagudeños por la Virgen de la Antigua, advocación mariana que toma su nombre de su antigüedad, se remonta al siglo XVII.
En un documento conservado en el Archivo Municipal de Murcia, datado el 29 de marzo de 1659, se registra que el hermano Francisco de los Reyes solicita y se le concede licencia para obrar una ermita en Monteagudo con la advocación de Nuestra Señora de la Antigua.
La Virgen de la Antigua tuvo su ermita a los pies del Castillo. Más tarde se plasmaría en imagen de talla, que sería destruida en 1936, por lo que el escultor Nicolás Martínez talló una nueva que, a su vez, con los años, fue sustituida por la de Juan Lorente Sánchez.
La devoción a San Cayetano fue posterior a la de la Virgen de la Antigua, ya que se introduce en el siglo XVIII. A este santo se le erigió una ermita en Monteagudo, que en 1711 quedó convertida en capilla en el interior del antiguo templo parroquial, dedicado a la Virgen de la Antigua, tal y como figura en el archivo parroquial.



EDAD CONTEMPORANEA.



El Monteagudo del siglo XIX: una pedanía dinámica
Monteagudo entra en el siglo XIX considerado como lugar de realengo con alcalde pedáneo.
Durante el Trienio Liberal (1820-1823) llegó a contar con ayuntamiento propio, aunque pronto volvió a depender del Municipio de Murcia, por Decreto del 21 de abril de 1834.
En el censo de Madoz de mediados del siglo XIX, Monteagudo aparece como una población de 240 casas, en las que residen 380 vecinos. En esta época, Monteagudo cuenta con una Iglesia bajo la advocación de Nuestra Señora de la Antigua y ya gozan de arraigo sus Fiestas Patronales en honor a San Cayetano.
Los monteagudeños decimonónicos se dedicaban principalmente a la actividad agraria, ya que contaban con unas tierras de moreral de riego de excelente calidad, regadas por las acequias de Churra, La Nueva, Zaraiche, Azarbe de Mernacho y Azarbe de Monteagudo. Algunas de sus colinas estaban salpicadas de paleras de higos chumbos. También se cultivaban trigo, maíz, hortalizas y pimientos.
La construcción del Monumento al Sagrado Corazón de Jesús
Consagrada España oficialmente a la advocación del Sagrado Corazón por Alfonso XIII, en 1926 se erige en el cerro de Monteagudo una escultura al Sagrado Corazón de Jesús, realizada por Anastasio Martínez. Estaba formada por el Cristo con los brazos abiertos, las imágenes de San Francisco de Asís y de San Francisco Javier, dos indios en actitud orante y un relieve de Santa María de Alcoque en el pedestal.
Esta estatua fue destruida durante la Guerra Civil, pero pronto se decidió levantar una nueva en el mismo lugar, diseñada por el artista Nicolás Martínez, de 14 metros de alto y que fue inaugurada el 28 de octubre de 1951.
El crecimiento de Monteagudo durante el siglo XX
Monteagudo inauguraba el siglo XX con un crecimiento demográfico constante y dinámico, que le llevó a pasar de los 1.600 vecinos del año 1900 a los 4.758 de 1960.
A partir de la década de los setenta el crecimiento poblacional se estabiliza y en el padrón de 1996 figuran 3.658 vecinos, distribuidos entre los núcleos de Monteagudo, La Cueva, Las Lumbreras, y el diseminado de la Huerta de Monteagudo.
Actualmente Monteagudo se presenta como una pedanía con notable importancia en el conjunto municipal murciano y fuertemente influenciada por la dinámica urbana del núcleo capitalino, del que tan solo dista 5 kilómetros.
Los monteagudeños están dedicados mayoritariamente al sector servicios y a la construcción, y desde 1999 cuentan con un nuevo y moderno templo parroquial bajo la advocación de Nuestra Señora de La Antigua, además de la Ermita dedicada a San Cayetano.


FUENTES



AYALA JUAN, M., GONZÁLEZ ORTIZ, J.L., GUTIÉRREZ-CORTINES CORRAL C. y SEGADO DEL OLMO, A. Historia de la Región Murciana.
MORENO TRAVER, J. Monteagudo: sus castillos y sus monumentos. Murcia, 1980.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Hace aún solo unos años , cuando todo el tráfico pasaba por la N-340 todos los "Guiris" y otros tantos se detenían a una distancia prudencial y se sacaban una fotografía.
Recuerda muchisimo al Cristo de Rio de Janeiro.
Visité hace al menos 40 años las estancias del Castillejo con mi padre, y aunque aquello lamentalemente se había transformado en una balsa de riego, se adivinaban sus estancias que me parcieron muy atractivas.
Actualmente cuando lo miras lo primero que ves es una línea de alta tensión que perturba la escena y su relativo abandono.
Al no haber viales en condiciones que acerquen a tal paraje hay muchos ciudadanos que lo desconocen, a propósito, la salida d la Autovía que indica como salida a Monteagudo no lleva a dicho destino.